lunes, 25 de abril de 2011

REFERENCIAS CRUZADAS


Pocas veces se puede leer un periódico completamente desde la primera a la última palabra; además de insano, sería una estupidez supina. Cansa, cansa mucho. Te exige un uso notable de la energía vital necesaria para pensar. Por supuesto que no me refiero a que la causa sean los anuncios por palabras, esquelas y pasatiempos, secciones bastante manoseadas por un amplio y variopinto público y quizá de las más leídas. Me refiero a las páginas de opinión y a los suplementos editoriales, ese basto espectro mezcla de ideología y propaganda. A pesar de lo infructuoso que pueda parecer, interesa mucho al ciudadano k.o. la lectura atenta de los periódicos dominicales de toda raza y forma. Encuentra uno muchas perlas de las que nutrir collares mortíferos con los que adornar la Libertad, en mayúsculas.
            Leo en El País del día 22 varios asuntos que parecen inconexos, pero que forman parte de esa letanía continua de los defensores del libertinaje y la rasuración social que abundan en los medios editoriales y en el hábitat cultural nacional.
Por un lado, una noticia sobre la decisión del Gobierno de Francia que pretende imponer la retribución sobre beneficios a los empleados en las empresas que los den, sean estas multinacionales cotizadas públicamente o pequeñas empresas privadas. Ni que decir que me han chirriado todos los huesecillos de los oídos. Imponer. No saben hacer otra cosa. Para evitar el bochorno social que implican las retribuciones hipertrofiadas de altos directivos y banqueros, sólo se les ocurre ampliar el ámbito del experimento socializador comunero obligando a retribuir a quienes pueden estar mejor o peor pagados por realizar un trabajo, pero no asumen por igual el fracaso del negocio o las pérdidas del mismo. Esperemos que no miren nuestros políticos de nuevo a Francia, porque lo cuelan en las reuniones de marras para la reforma de la actividad laboral y ya tenemos pleno al quince para hundirnos como el Titanic, ese trasatlántico de trágico recuerdo.
            En Babelia, a propósito de la Feria del Libro de Londres, se ataca al nuevo Gobierno Inglés con la expresión “gobierno de millonarios”, y se le acusa de acabar con la red pública de bibliotecas así como de ser una causa del cierre de cadenas de librerías. Nada del exceso de gasto público del gobierno Laboral anterior, posible causa del recorte de presupuestos del actual cuya consecuencia no sólo sea el cierre de algunas bibliotecas. Con todo, lo peor no es la acusación del recorte, sino el hecho en sí de unir y oponer en la argumentación la palabra “millonarios” con “público”, como si fuesen agua y aceite. Este es el problema de creer que lo público tiene que ser estatal, necesariamente dirigido a los pobres y, por supuesto, que la “cultura” es enemiga de lo privado, de la individualidad, siempre tiene que ser un acto social y de izquierdas. Pero, ¿qué es ser de izquierdas o de derechas? Andan tan perdidos que todavía se lo siguen preguntando, como si de su definición se pudiera identificar quién irá al cielo, quién al infierno y quién al purgatorio.
            Aunque lo mejor me lo encontré en un artículo sobre el, al parecer, nuevo boom del panfleto, medio de propagación de ideas “progresistas” por antonomasia. Se leen perlas del tipo “que paguen los que más tienen”,  “derecho a una renta básica universal” o “gratuidad total de la cultura”, como recetas avanzadas de los supuestos movimientos sociales alternativos que bien aireados y repetidos pueden calar en los políticos y tener visos de poder ejercer de embriones de alguna ley infumable que habría que derogar si tuviéramos la suerte, mala se entiende, de publicarla en el B.O.E. Es decir, que trabajen otros para que ellos tengan una renta gratis, por la patilla, por derecho divino. Es decir, redundancia necesaria, que los millonarios son seres perseguibles, siempre y cuando no lo sean ellos, pues entonces la propiedad privada sí es necesario que exista, entonces sí es necesario defender derechos de autor. Curiosa manera de entender la Libertad.
            De vez en cuando intentan colarnos alguna perla con disfraz de inteligente discurso intelectual a contrario, como el artículo, de Daniel Innerarity, “El mercado, un invento de la izquierda”. Amigo, cae en el error de confundir medidas desesperadas con iniciativa. La clasificación de los nuevos retos que propone puede tener sus adeptos si no se plantean seriamente la siguiente pregunta: ¿qué es progreso? Intenten responder sin caer en términos políticos, verán cómo el Indigenismo les parece la respuesta; pero no se equivoquen, no me refiero al concepto tal y como lo entendió Rousseau.
¿Gobernanza justa? Manejo, dirigismo, mando, intervención, imposición, quiere decir, aunque lo esconda. No se atreve a reconocer que el Estado es un monstruo que devora a la Sociedad Civil, si no se le poda convenientemente. Utiliza expresiones que denominaría troyanas porque no se atreve a expresar con las palabras correctas lo que significa y en lo que acaba convirtiéndose siempre la Izquierda: en una Dictadura Estatal. Quiere decir “despido libre”, pero le sale urticaria y usa una frase que me produce indignación: ”garantizar a toda costa el empleo es un valor que debe ser contrapesado…”. Todo por no reconocer que “el riesgo sistémico” del que habla no es otra cosa que la consecuencia de la caída del consumo por la falta de poder adquisitivo, y la imposibilidad familiar de generar ahorro e inversión que, como bumerang, vuelve por el lado contrario por el que se lanza, pillando a los políticos cortoplacistas y a sus huestes de intelectualoides mamones cascándosela en un éxtasis de lujuria subvencionada de eres irregulares, construcciones ilegales y dianas ajenas en las que son otros siempre quienes roban al erario público. No les da tiempo a limpiarse. Pero les da igual, se presentan a las elecciones siguientes con las manchas secas o frescas. Esa es nuestra realidad.
Como es tan indecente, algunos que se autodefinen de izquierda, como el Sr. Innerarity, intentan buscar teorías que escondan su pasividad y su falta de ideas ante la magnitud de la crisis y el cambio súbito que experimenta la economía global. Esto sólo tiene una expresión: abuso manifiesto por parte de unas élites políticas que se apoyan en otras élites sociales para anular el verdadero espíritu civil de la Democracia. Intentan quedarse con el pastel y repartirlo entre pocos. No quieren que El Club tenga más socios.
Siempre es y será la Economía. Que le pregunten a todas aquellas sufridas amas de casa que ahorraban parte de los recursos destinados a la compra semanal de viandas, cuántas prendas han dejado de comprarse de tapadillo porque no les llega desde hace una década ni para comprar en el mercadillo del barrio. De qué, si no, el auge de la marca blanca.
Y todavía se atreven a criticar el uniforme escolar con el argumento de que coarta la libertad individual. Lo que coarta la libertad es no poder ganar lo suficiente como para comprarse lo que uno quiera. Siempre responden igual. ¿Qué diferencia la cartilla de racionamiento de nuestra posguerra de la del régimen cubano? Serán igual de malas o de buenas según se analicen…, pienso. ¡Perdón, que se me olvidaba que eso también está prohibido!

CIUDADANO K.O.

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